El sector de la construcción residencial en España no puede demorar más su conversión hacia un modelo más sostenible y respetuoso con el medio ambiente. Es un mandato europeo ineludible, inaplazable, de forma que “lo que no sea sostenible en unos años no va a existir”. Así se pronuncia Michel Elizalde, consejero delegado de ACR. Y con esa premisa, la constructora fundada en Navarra en 1973 por Javier Osés da un paso al frente y se reinventa. Por dentro, pero también por fuera.
Tras 48 años de historia, en los que ha edificado más de 31.000 viviendas y todo tipo de edificios, cambia su modelo de construcción para dar más prioridad a la industrialización y estrena marca para trasladar su nueva esencia industrial.
“No queremos ser uno más. Creemos que podemos ser el tractor hacia una industria cada vez más responsable, innovadora y sostenible”, dice Elizalde. La previsión de la firma navarra es que entre el 20% y el 30% de su volumen de facturación provenga de la construcción industrializada en los próximos cuatro o cinco años. “Ojalá pueda ser más, pero nos parece suficientemente ambicioso teniendo en cuenta que el sector parte de cero”.
Para centrar el tiro, en julio de 2021 vendió su promotora Áurea a Aedas Homes por 53,7 millones de euros (50 millones del precio de compra más 3,7 millones de pasivo y capex estimados). Esta inyección económica le permitirá centrarse en el negocio constructor y, sobre todo, en la industrialización.
Para ello, la compañía está abierta a diferentes fórmulas que le permitan especializarse en distintas tecnologías de industrialización, aunque no da cifras sobre cuánto invertirá. “No descartamos acuerdos de joint venture, tejer una red de alianzas o comprar alguna compañía”. Lo que sí ha desechado por ahora es tener fábrica propia porque “los números no salen”.
El movimiento se demuestra andando. Esta misma semana ha anunciado su primera alianza estratégica. Ha sido con Cree Buildings, una firma austriaca que ha desarrollado un sistema industrializado híbrido de madera y hormigón que se utiliza en 15 países, sobre todo en el norte y centro de Europa. “Esta alianza nos ayudará a progresar rápidamente”, cree el directivo. El sistema combina un 80% de madera para pilares, vigas y fachada con un 20% de hormigón en forjados y núcleos de comunicación. Permite edificar hasta 12 alturas y consigue una reducción importante de la huella de carbono.
ACR, que está entre las diez primeras constructores residenciales del país, está lista para empezar a industrializar una parte relevante del proceso de construcción de un edificio, con sistemas que ya vienen premontados de fábrica. Pueden ser estructuras, envolventes, paredes, baños… “Los descargas y los instalas”, narra Elizalde.
La industrialización permite un ahorro de tiempo evidente: de 20 o 21 meses a 15 o 16. “Es un ahorro relevante y, además, el proceso genera mucho menos impacto ambiental, es mucho más sostenible”, recalca Elizalde. Por este lado es por donde podría venir cierto ahorro de costes, pero las fórmulas industrializadas no necesariamente son más baratas. “No es un producto de menor calidad, sino que ofrece mejor acabado y calidad. No sé por qué tiene que ser más barato”, opina Elizalde.
El consejero delegado de ACR cree que los españoles sí están preparados para comprar viviendas cuyas paredes o baños vengan ya montados de una fábrica. De hecho, dice: “Cuando alguien pisa un edificio con sistema industrializado muchas veces ni lo sabe”.
Difícil calcular el peso que tendrá la vivienda hecha en fábricas en España a corto plazo. Elizalde estima que podría estar “entre un 10% y un 15% a cuatro años vista si se lo toma en serio”. Sustituir una forma de edificar in situ por otra en fábrica parece ser el único camino con el que se pueden conseguir los edificios de consumo casi nulo que exige la Unión Europa. “Lograrlo con los sistemas artesanales de construcción va a ser muy complicado”, zanja Elizalde.
A pesar de lo ambicioso de su plan, la compañía, que emplea a 400 personas, no busca ganar más tamaño. En 2020 cerró ventas por 243 millones de euros, frente a los 167 millones de 2019 (un 45% más por algunos proyectos de calado) y obtuvo un beneficio de 3,3 millones (54% más que en 2019). “Queremos crecer por encima de la media, en torno a un 5% o 10% anual, pero no buscamos que el tamaño nos condicione la estrategia, sino que sea al revés”, indica el ejecutivo. Este año esperan alcanzar los 220 millones en ventas y en 2023 colocarse en los 250.
La constructora, que trabaja sobre todo en Aragón, País Vasco, Castilla y León y Madrid, no tiene plan de expansión nacional definido ni tampoco pretende repetir la experiencia internacional, esa que le llevó ocho años a Colombia y cuatro a Francia. “La competencia es grande, son mercados complicados”. Y remata: “De todo se aprende”.
Costes inasumibles
El cambio de ACR coincide con un momento complicado del sector. Falta mano de obra cualificada y los costes de construcción en edificación residencial subieron un 13,5% interanual hasta septiembre de 2021, lo que supone que los precios se han disparado más de un 10% en tan solo nueve meses, según refleja el Índice de Costes Directos de Construcción que elabora ACR.
Las subidas registradas en los últimos meses se deben, en gran medida, a la escalada de precios de materias primas usadas para edificar viviendas, como la madera, el aluminio o el cobre. Destaca el precio del acero, que ha subido un 35% en nueve meses. “Esto supone que hacer una estructura hoy cuesta un 28% más que hace un año”, calcula Elizalde. Otros encarecimientos significativos son los correspondientes a cimentaciones (un 23,5%) o carpintería de madera (18,3%), seguidas de pintura (9,5%) o vidriería (8,9%).
De momento, el alza en los costes de construcción y en la mano de obra no se está trasladando al precio final de las viviendas. “Se lo están echando a la espalda las promotoras y las constructoras. Pero esto no es sostenible y puede derivar en que los proyectos se ralenticen o que el precio de la vivienda suba”, considera el directivo. En el caso concreto de ACR, con más de 3.000 viviendas en construcción, el aumento de precios ha tenido un impacto en la rentabilidad “totalmente asumible, ya que hemos mantenido nuestro criterio de prudencia en las decisiones de contratación, sin correr riesgos innecesarios”, precisa Elizalde. Un criterio que, a su juicio, debería guiar todas las decisiones que tomen en este momento cada uno de los actores que forma parte de la cadena de producción.